El ecosistema resultó seriamente dañado, miles de animales murieron y amplios espacios verdes fueron devorados por el fuego, que a su paso fue dejando solo tierra yerma y desazón ante el desolador panorama.
Frente a esta situación, con marcada vocación de servicio, un grupo de exbomberos voluntarios de Nogoyá decidió viajar a Bolivia para ayudar a combatir el fuego, utilizando la experiencia que adquirieron cuando prestaban servicios en el cuartel. Se trata de Ernesto Caraballo, Arnoldo Quinodoz, Agustina Arin y Pablo Yturbide, quienes apelaron a la solidaridad de la gente de su ciudad y lograron reunir el dinero que necesitaban para tomar un vuelo de Rosario a Salta, y desde allí emprender un viaje de 22 horas en colectivo hasta Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia, para llegar más tarde a la comunidad de Taperas, en la región de La Chiquitanía, una de las zonas más afectadas en el vecino país.
“Estuvimos allá desde el 29 de agosto hasta el 14 de septiembre. Cuando regresamos todavía la situación no estaba controlada, pero hace un par de semanas la lluvia ayudó a apagar los focos que quedaban”, contó Ernesto Caraballo, quien fue bombero durante 33 años, pero aclaró que en esta oportunidad fueron por su cuenta, como voluntarios.
El hombre recordó que al llegar a destino los recibió un ingeniero ambiental, llamado Diego Suárez, que era el encargado de coordinar los operativos en su grupo y los proveyó de los equipos necesarios para las tareas, ya que en el vuelo no pudieron llevar sus herramientas.
“Permanecimos en Bolivia, aunque estábamos listos para que nos envíen a Brasil si necesitaban gente”, aseguró, y rememoró: “A veces dormíamos donde nos agarraba el sueño nomás, hubo varios días que estuvimos dentro de la zona de incendios. Teníamos un destacamento, pero prácticamente vivíamos en la selva”.Por su parte, Arnoldo Quinodoz señaló: “Armamos un grupo con Pablo Yturbide, que fue el organizador del viaje y nos instó a ir a Bolivia, a dar una mano en lo que pudiéramos. Fuimos a ayudar porque esto es algo que nos afecta a todos, y estuvimos cara a cara con el fuego”.
“En tres días armamos el viaje y la gente de Nogoyá nos ayudó y nos dio una mano muy grande para juntar el dinero que necesitábamos para los pasajes”, dijo, agradecido con quienes colaboraron.
En Taperas se unieron a más voluntarios de otros lugares, y formaron contingentes de entre 20 y 25 personas para adentrarse en los sectores de bosques o selváticos en los que urgía apagar los focos ígneos. Se turnaban y el relevo llegaba cada 10 o más horas. Fue un sacrificio conjunto.
También contó que Pablo decidió quedarse en Bolivia a vivir un tiempo, y es quien los mantiene informados sobre lo que va pasando en la zona: “Estamos en contacto permanente y nos comentó que gracias a Dios llovió y pudieron sofocar los focos grandes”, dijo, y lamentó: “La gente de allá nos contaba que los incendios eran intencionales”.
Agustina Aris es la más joven del grupo. Ya desde los 15 años colaboraba con el cuartel de Nogoyá como cadete, pero recién cuando cumplió la mayoría de edad se convirtió en bombera voluntaria, y con 18 años sorprendió a su mamá diciéndole que se iba a Bolivia. “El viaje se organizó en tres días. Le había dicho a mi mamá que estaba esta posibilidad, pero creo que nunca pensó que era en serio. Un día antes se lo recordé y no sabía qué hacer. Pero los tranquilicé a ella y a mi papá porque nos íbamos con contactos hechos y a un lugar seguro, con otra gente”, mencionó.
“Fue una excelente experiencia, pero a la vez fue triste ver lo que se estaba viviendo en la zona con los incendios. Me afectó mucho, nunca me hubiese imaginado ver algo así”, confió y recordó cómo fue su estancia: “Había un alojamiento para descansar, pero cuando nos agarraba la noche en el bosque, dormíamos ahí. Un poco de miedo daba; hacía mucho frío y dormíamos en el suelo, al lado del fuego. Fue muy fuerte”.
“Toda la gente que me cruza me pregunta y quiere saber cómo era estar allá. Les cuento que fue impactante, pero sin dudas volvería a viajar para ayudar si surgiera la oportunidad”, aseguró.
Cuando el grupo regresó, Pablo Yturbide decidió quedarse. Hace un mes y medio que está en Bolivia y actualmente reside en Santa Cruz de la Sierra: “Estoy viviendo a 400 kilómetros de la zona donde estaban los incendios. Soy bombero de corazón, junto a mis compañeros. Decidimos ayudar en esto y la idea era llegar como sea a la zona afectada, aunque tuviésemos que viajar a dedo. Por suerte tuvimos una ayuda muy importante de la comunidad de Nogoyá”, destacó.
Sobre su determinación de quedarse, explicó: “Es incierto lo que se vive acá y quiero seguir ayudando. Quizás hoy no pasa nada, pero en dos días se reavivan los focos, porque se vive con una temperatura de entre 35° y 40° casi todos los días y estamos expuestos a eso, sumado a la deforestación que están haciendo, que es impresionante: a veces pasan con grandes topadoras sacando árboles de 30 metros”.
“El mundo debe entender que no se puede minimizar lo que está pasando en el Amazonas. Se perdieron más de 5,3 millones de hectáreas, entre otras consecuencias”, evaluó.
Por último, reflexionó: “Es una experiencia fuerte las que nos tocó vivir acá. Nos marcó de por vida”.