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LA PRODUCCIÓN AGROPECUARIA ES PILAR DE LA ECONOMÍA Y LAS EXPORTACIONES ENTRERRIANAS

octubre 18, 2021

Hace algunas semanas, la Bolsa de Cereales junto a la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Entre Ríos dieron luz a un informe que expone los datos de participación de la producción y las exportaciones de la provincia.

Los resultados del estudio arrojaron que la agricultura, ganadería, pesca y silvicultura representaron el 16,7 % del Producto Bruto Geográfico, significando la segunda rama en importancia por detrás del comercio mayorista y minorista. Este número duplica lo que el campo significa a nivel nacional en relación al PBI y demuestra básicamente que Entre Ríos es la provincia con mayor peso relativo de las cadenas agroalimentarias.

Esto se sustenta aún más con que en el primer semestre de este año la participación del sector agropecuario en el comercio exterior provincial, ya sea por productos primarios como agroindustriales, alcanzó el 89,8 por ciento del total.

Según el propio INDEC, en el Informe N° 162 “Origen provincial de las exportaciones. Primer semestre de 2021”, se indica que los cereales –maíz, trigo y arroz– fueron los principales productos de exportación, 44,4 % del total exportado por la provincia y aumentaron un 6,5 % con respecto a 2020. Les siguieron carnes y sus preparados, que aportaron 23,0 % del total de las ventas al exterior. Semillas y frutos oleaginosos, por su parte, representó 6,3 % del total de las ventas provinciales. Los destinos más destacados fueron China, con 21,5 %, y Mercosur, que demandó 17,6 % de las ventas provinciales. Les siguieron en importancia “Magreb y Egipto” (10,2%) y, con porcentajes menores, Chile y ASEAN (Tailandia, Indonesia, Malasia, Singapur y Filipinas).

En síntesis, el campo es vital para Entre Ríos. Y podría serlo aún mucho más. Hay una infinidad de cosas por hacer desde lo público y desde lo privado. Faltan obras de infraestructura y generar mejores condiciones para la inversión y el empleo. Factores que podrían coordinarse, discutirse y evaluarse. Pero lo que queda completamente al desnudo es la importancia del sector agropecuario en estas tierras.

Ahora bien, este gran escenario del campo no se condice con el acompañamiento gubernamental. Días pasados, la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (FADA) dio a conocer su medición trimestral sobre cuánto de la renta agrícola queda en manos del Estado. El número creció 1,6 puntos porcentuales respecto al trimestre pasado y marca que de cada $ 100 de renta del productor (ingresos menos costos), $ 63,40 quedan para distintos niveles de gobierno.

Ese número ya resulta un despropósito, pero ni hablar cuando vemos que en Entre Ríos ese guarismo sube al 66 %, siendo la provincia con mayor impacto tributario del país. Sí, han leído bien: el 66 % de la renta agrícola se la quedan entre los tres estamentos del Estado: municipios, provincia y nación.

Ahora bien, el aumento en todo el territorio y donde los entrerrianos no quedamos exentos se debe a que se incrementaron los costos de los insumos y la suba de costos infla la participación del Estado porque los mayores costos hacen reducir la renta, pero los impuestos no se reducen en la misma proporción. Esto pasa porque el principal impuesto son los derechos de exportación que se calculan sobre el precio de los productos y no sobre las ganancias que genera la producción.

Estos son los números fríos y reales que padece el campo entrerriano. Acá no hay datos con dobles interpretaciones, ni especulaciones de ningún tipo. Es la cruda realidad que enfrenta el productor todas las campañas, año a año, produzca lo que produzca. El hambre incontrolable del Estado que busca acaparar todo lo que pueda para mantener una burocracia gigantesca termina ahogando y frenando el desarrollo de la provincia. Es una espiral de chatura que nunca deja que Entre Ríos levante vuelo. Y hasta que no haya un sinceramiento real de la política seguiremos perdiendo trenes hacia el futuro, con el agravante que los que se pierden aquí, son tomados por otros.

* Por José Ignacio Colombatto