Esta nota le realizaban a su paso por Tulum. Recorren el continente en un vehículo de 1928, y se encuentran de paso por Tulum
Partieron desde Argentina hace 10 meses y su objetivo es llegar hasta Alaska. Pero más allá de la singularidad de recorrer miles de kilómetros, de un extremo continental a otro, es que viajan a bordo de un vehículo Ford A del año 1928, al que han bautizado como “Negrita”. Ellos son Sebastián Stul, de 42 años, y Celeste Walser, de 36. Son dos profesores de Lengua y Literatura, que han recorrido junto a su hijo Camilo, de 6 años, gran parte de América, y ahora se encuentran de paso por Tulum.
Cuenta Sebastián que la salida del viaje, desde la Patagonia argentina, dio inicio el pasado 11 de junio, sin embargo, algunas fallas mecánicas impidieron continuar el recorrido y solo pudieron avanzar 14 kilómetros, con lo que tuvieron que regresar de nuevo a casa. “Salió humo por todos lados y tuvimos que volver. Mejoramos la carburación y entonces hicimos una segunda salida, y luego de pincharse tres veces las llantas, quedarnos sin gasolina, llegamos a la primera ciudad”, recordó.
Asegura que se trata de una “pick-up” con un motor original, por lo que es un vehículo que anda muy despacio. “La idea de hacer un viaje así era ir despacio. Ir despacio por nuestras vidas y hacer un viaje a la velocidad del paisaje”, expresó.
Fue de esta forma que la familia fue avanzando por la geografía argentina, avanzando hacia el centro y norte del país por ciudades como Mar del Plata, Córdoba, La Rioja, Santa Fe, Formosa, hasta llegar a Bolivia, país en el que visitaron la segunda ciudad más alta del mundo: Potosí, ubicada a más de 4 mil metros sobre el nivel del mar. “El auto andaba muy mal ahí. En las subidas no andaba, así que había que jalarlo. Pasaban los carros y pedíamos que con una cuerda nos jalaran para las subidas, y 100 kilómetros tardábamos en hacerlos en uno o dos días. En las bajadas o en las rectas, andábamos solos. Luego volvimos a Argentina y recorrimos el norte; hicimos el motor porque estaba muy flojo. Después volvimos a salir y recorrimos Paraguay, Brasil, Bolivia nuevamente, Perú, Ecuador, Colombia, y luego nos embarcamos (hacia Centroamérica)”, apuntó.
“La gente se pregunta cómo reparamos y es una pregunta muy buena, pues no tenemos respuesta a eso, pero increíblemente, como si fuera magia, las cosas aparecen y, por ejemplo, un hombre, Daniel Gurría, del Distrito Federal, tenía un diferencial completo de este auto y nos lo mandó por bus. En Colombia, por ejemplo, teníamos las llantas con las telas al aire, ya desgastadas, y alguien tenía dos llantas nuevas que nos regaló. De estas llantas no hay en el mercado”, afirmó.
“La gente se acerca al auto por curiosidad, porque les llama la atención, y se sacan fotos. Nosotros pedimos una colaboración voluntaria y con eso ponemos gasolina y vamos avanzando. Somos profesores de Lengua y Literatura. Desde hace 13 años estábamos trabajando en una escuela y estábamos muy cansados de hacer siempre lo mismo, vimos como que la vida se nos repetía mucho. Es un viaje que no es cómodo, no es placentero, es un viaje duro. La dirección es dura, los frenos son duros, hay que frenar con la caja, la dirección de velocidades es muy lenta, el motor se calienta mucho. Es nuestra casita con ruedas, allí dormimos apretados. Entonces, el viaje es aventurero”, explicó.
“La idea es llegar hasta Alaska. Pero el auto, el viaje, las circunstancias, nos han enseñado que no es bueno tener tantos planes en la vida”, sostuvo. Dijo que avanzan sin prisas, dejando que la vida haga lo suyo y recorriendo el continente sin temor. “Antes era una época en la que la gente tenía tiempo para hacer las cosas, hoy estamos muy apurados y quizás no estamos disfrutando del presente, del momento. El auto quizás representa eso, una época en la que las cosas eran más lentas. El auto era para durar, la producción económica de ese tiempo era para que las cosas duraran mucho tiempo, y hoy no, hoy dura poquito y se reemplaza. Es otro paradigma”, expresó.
Uno de los temas más importantes y de mayor preocupación para cualquier viajero que pretende profundizarse por América Latina, particularmente por Centroamérica y México, es el tema de la inseguridad. La imagen de esta región ha sido opacada y dañada por hechos violentos que han sido difundidos una y otra vez en medios de comunicación, generando entre los turistas una sensación de temor. Pero no es el caso de esta familia, que comparte una visión diferente de la vida y ha palpado en su recorrido la noble esencia de los pueblos latinoamericanos.
“A nosotros nos decían, por ejemplo, que San Salvador era una ciudad muy peligrosa, que era la tercera ciudad más violenta del mundo, sin embargo, encontramos gente bellísima, gente divina, gente muy abierta. El espíritu es pueblerino. Entonces, seguramente haya inseguridad y sea un problema de difícil solución, pero no por eso tenemos que estar en un bunker y tener miedo, porque si van a pasar las cosas, van a pasar igual. No tenemos cosas de valor, solo un teléfono y nosotros mismos. Tratamos de encarar esto con la mayor libertad posible. Si dejamos esos miedos de lado, la vida es más linda, eso no implica que no surjan situaciones adversas, pero tratamos que no ocurra y que sea una buena enseñanza para el pequeño”, explicó Sebastián.
Por su parte, Celeste, cuenta que ha sido todo un desafío educar a su hijo Camilo, de 6 años de edad, pero se congratula al recordar que durante el viaje el niño ha aprendido a leer, a escribir y a resolver problemas matemáticos, a lo que añade Sebastián que conocer diferentes países ha sido una experiencia sinigual para el menor, pues ha aprendido de primera mano sobre diversos temas relacionados con la Geografía, Geología, conociendo diferentes playas, cenotes, sabores y palabras. “En cada lugar aprende cosas nuevas. Siempre que podemos, vamos a un museo o con algún guía para que aprendamos algo. Tiene su librito donde va aprendiendo las enseñanzas de cada país. Ella más que nada es quien le ofrece la enseñanza al niño”, comentó Sebastián.
“Él estaría en segundo grado; va con todo el diseño curricular de los niños. Cuando arrancamos, estaba en primer grado; compramos el manual que pidió su maestra. Presentamos un proyecto en la escuela, un proyecto de enseñanza, entonces le enseñamos y además el viaje es una excelente escuela”, agregó.
Finalmente, coincidieron en que México les ha agradado mucho, resaltando la hospitalidad de su gente. Por lo pronto, probablemente permanezcan una o dos semanas más en Tulum, para después desplazarse a Cancún y a Cozumel, donde participarán en el Rally Maya, que dará inicio en la isla el próximo 25 de mayo. Su intención es anticiparse al invierno de Alaska, del cual saben que es duro, por lo que se tomarán un tiempo para recorrer este país y llegar al norte del continente sin sufrir los estragos del crudo frío.
Para mayores detalles sobre esta familia viajera, puede contactarla en su página de Facebook como Argentinafordalaska.