Este año, coincidiendo con la bajante del río –como consecuencia de la sequía, que llevó a la aparición de otro fenómeno en cuanto a la claridad del agua– la población de rayas ha aumentado y por ende las víctimas de su picadura.
Entre diciembre y enero pasados, al servicio de emergencias del Hospital Escuela del Litoral de Paysandú, la ciudad uruguaya vecina a Colón, ingresaron al menos tres pacientes con un fuerte dolor en sus extremidades a raíz de haber sido picados por una raya.
“Uno de los casos fue en un arroyo y los otros dos en la orilla del río Uruguay”, dijo el médico Renzo Nikitczuk. Es que precisamente el doctor se encontraba de guardia en las tres ocasiones en que se dieron consultas por la misma causa.
“En mi caso fue la primera vez que me tocó un paciente con una picadura de mantarraya, y atendí estos tres casos aislados de pacientes hombres adultos y que se dieron en semanas diferentes. Nos estuvimos informando un poco de la mantarraya que busca llegar a la orilla playita y se queda al sol en la arena o zonas barrosas. Son difíciles de distinguir abajo del agua y cuando uno las pisa clavan el aguijón en el pie (generalmente) produciendo un sangrado importante con mucho dolor. Al quebrársele el aguijón, larga veneno”, explicó. Es una herida que produce “un sangrado importante al momento de la lesión, pero no llega a comprometer otras áreas porque no se genera una hemorragia grave”, precisó el médico.