La mejora del mercado laboral que presentó ayer el INDEC también refleja una mayor precarización de los que consiguen empleo. El drama de los ingresos que no alcanzan para cubrir la canasta básica
Una tendencia insólita y que se profundiza es que las provincias que tienen los índices más bajos de desempleo son al mismo tiempo las que presentan los índices de pobreza más altos. Esta situación se da particularmente en las provincias del Noreste y Noroeste. En Formosa, por ejemplo, un 47% de los hogares son pobres. Sin embargo, la desocupación es de 5,2%, o sea exactamente tres puntos por debajo de la media nacional.
Pero la provincia que hace décadas gobierna Gildo Insfrán no es un caso aislado. En Gran Catamarca la pobreza del primer semestre arrojó un 46%, mientras que el desempleo revelado ayer por el INDEC es de sólo 4,9%, uno de los más bajos del país. Sólo tienen menor desocupación Jujuy (4,4%) y San Luis (4,2%).
Prácticamente para todas las provincias del Norte la descripción es similar: un desempleo que está por debajo de la media nacional, para los 31 conglomerados urbanos que mide el INDEC, pero la pobreza presenta un espectacular salto, acercándose al 50%.
Semejante fenómeno desafía la lógica del mercado laboral. A priori se supone que una persona empleada tiene más posibilidades de salir de la pobreza. Pero esto no es así en la Argentina. Casi podría concluirse que es exactamente al revés: tener un trabajo condena a los individuos y a sus familias a una situación de precaridad de la que resulta muy difícil salir.
Además de mucho empleo público de baja calidad y remuneración, se multiplican los planes sociales que dan empleo pero también con niveles de ayuda muy bajos y escasa productividad. Todo ello sirve, en realidad, para esconder una situación laboral que en realidad es mucho más delicada de lo que reflejan los datos del INDEC.
Los propios datos que surgen de la EPH permiten entender un poco más en profundidad este fenómeno tan particular de un país donde todos trabajan (o al menos manifiestan que tienen un empleo), pero que tiene cada vez más pobres.
La consultora de empleo Ghidini Rodil identificó en el informe del INDEC varios datos que muestran el deterioro del mercado laboral aún a pesar de la baja de la desocupación:
-Teniendo en cuenta los datos publicados por el Ministerio de Trabajo en diciembre 2019 con los de agosto la cantidad de asalariados registrados privados cayó un 2,1% (127.000 puestos). Es decir que aún cuando la economía ya volvió a los niveles prepandemia, la cantidad de empleados formales aún no se recuperó. En dos años además siguió aumentando la cantidad de personas que se incorporan al mercado laboral debido al crecimiento vegetativo de la población.
-Los “ocupados demandantes de empleo” crecieron muy fuerte en el último año. Pasaron de 11,6% a 17% en el tercer trimestre. Esto significa que una cantidad muy importante de la masa laboral está buscando un trabajo adicional, presumiblemente porque trabaja menos horas de las deseadas o bien no le alcanza el ingreso. Durante los meses de la pandemia esa misma gente no salía a buscar otro empleo, incluso por problemas de movilidad.
-La tasa de subocupación subió de 9,6% a 12.4% en un año. También se trata de un reflejo de un deterioro en la calidad del empleo. Más gente trabaja, pero menos horas que las deseadas.
-La cifra de monotributistas sociales subió un 7.9% y el número de asalariados públicos creció 1,6% en un año, indicadores que también muestran la precarización y también el esfuerzo del Estado por generar trabajo aunque sea de baja calidad y remuneración.
Aunque todavía faltan varios meses para que se conozca la situación de pobreza e indigencia del segundo semestre de 2021, la elevada inflación representa un escollo casi insalvable para que se reduzcan los niveles de pobreza, aún en medio de un proceso de caída del índice de desocupación.
Por Pablo Wende Infobae