Según datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) español, entre 2020 y 2021 la inmigración argentina en España creció 65,8%: fueron 32.933 el año pasado, cuando en 2020 habían sido 19.857, sin contar a quienes ingresan como turistas y se quedan viviendo de manera irregular. De este modo, encabezan la lista de sudamericanos que más emigraron a este país en los últimos meses, superando incluso a los venezolanos.
Entre ellos hay muchos entrerrianos que se fueron en busca de un mejor porvenir y, según coinciden, ir con los papeles en regla hace que todo sea más sencillo. Esto es lo que le aconsejan a quienes les preguntan cómo es la vida allá, pensando en mudarse también para acceder a un presente y un futuro más estables económicamente, entre otras cuestiones.
María Noel Balla y Lucas Artigas, junto sus dos hijos menores, van a cumplir un año viviendo en Solórzano, un pueblo de que no llega a los 1.000 habitantes, situado en la región de Cantabria, en el norte de España, a 10.154 kilómetros de la capital entrerriana, donde vivían antes de emprender su mudanza. Llevaban más de una década tramitando los pasaportes europeos y con esta gestión ya resuelta, lograron establecer contacto con una ONG que los impulsó a dar el paso final para establecerse en Europa.
“Nos vinimos a Solórzano porque teníamos contacto con uno de los chicos de la ONG, que está afincado acá y nos facilitó un montón las cosas. Ya vinimos con una casa alquilada y con una red de contención con él y su pareja, a quienes no conocía personalmente; pero sí a mi jefe, a quien él le dio mi teléfono y nos contactó. Es mendocino, un argentino más aquí, y le conté que íbamos a trabajar juntos y le pedí que nos ayudara”, contó a UNO maría Noel al poco tiempo de mudarse, destacando que la vida en el lugar que habitan es muy tranquila y pudieron adaptarse sin problemas, con un trabajo con el que pueden desarrollarse y con sus hijos integrados al sistema educativo.
Actualmente están en Madrid de paseo, adonde llegaron para encontrarse con el papá de Lucas y su hijo mayor, de 28 años, quienes viajaron para visitarlos. Acerca de si se percibe que hay una mayor cantidad de argentinos en España, María Noel contó a UNO: “En este momento estoy en Madrid y es impresionante la avalancha de argentinos que me he encontrado. En la calle se nota, al escuchar a la gente, que hay muchos argentinos dando vueltas”.
Asimismo, aseguró: “De hecho, en el pueblo en el que estoy viviendo éramos los únicos argentinos, y hace unos días se mudó un matrimonio de Argentina: el chico es de Salta y ella es de Trenque Lauquen. El hijo mayor de Lucas nos contó que en el supermercado se encontró con tres argentinos que llegaron hace pocos meses y pusieron un bar en Santander. También hay otro grupo que llegó hace unos meses y están haciendo cosas juntos. La mayoría se queda en el sur o en las capitales. Vienen desde jóvenes recién recibidos a personas de más de 45 años”.
Florencia Virján también es de Paraná y se fue hace cinco años a Barcelona, donde reside actualmente. Ante la consulta de UNO, afirmó: “Hoy Barcelona es una ciudad que está repleta de argentinos, al punto que vas caminando por la calle y es normal cruzarse con gente de allá. Es evidente que son compatriotas, porque somos los únicos que vamos con el mate abajo del brazo, que es algo muy característico de nuestra cultura. Inclusive me he encontrado con personas de Argentina que antes me habían contactado por redes sociales para preguntarme cómo es la vida acá, si es fácil encontrar trabajo, si se puede venir con pasaje de ida y es viable quedarse, porque querían venirse”.
Con respecto a esta cuestión, comentó que ella llegó en junio de 2017 y su pareja ya se había mudado antes, él teniendo ciudadanía italiana: “Mi experiencia fue mucho más sencilla en ese sentido. Hicimos una unión de hecho, que vendría a ser como una unión convivencial, y con esto es como que él me representa ante España para hacerse cargo de mis gastos y demás. A mí me dieron un permiso de residencia por cinco años, que se puede renovar; o como soy familiar de alguien con una nacionalidad que pertenece a la Unión Europea, a los dos años ya podía solicitar, con una residencia permanente e ininterrumpida, la nacionalidad española. Así que me encuentro haciendo ambos trámites”.
Barcelona pertenece a Catalunia y, según mencionó, allí son bastante estrictos con el trabajo no regulado, si bien existe la informalidad. “Acá está muy regulado el trabajo en el sentido que cuando estás ilegal, que no tenés papeles o permiso de residencia, debés que permanecer en el territorio español tres años ininterrumpidos para poder presentar recién una solicitud de arraigo social para obtener un permiso de residencia. Trabajando de manera ilegal es más complicado, porque solo se accede a trabajos que en general no están muy bien pagos y son por temporadas”, explicó, y agregó: “La situación es diferente en Ibiza o en islas que pertenecen a zonas turísticas, donde se trabaja más por temporadas. Me he encontrado con personas a las que les ha ido muy bien, que han podido permanecer más de tres años, aunque haciendo tareas más sacrificadas o que en su vida se imaginaron que iban a hacer, pero están dispuestos a realizarlas para poder quedarse cumpliendo este plazo sin moverse de España, con mucho cuidado, ya que si los descubren los pueden deportar, y en ese caso en España te multan y tenés prohibido por unos cuantos años entrar a Europa”.
Hoy Florencia trabaja en una universidad como coordinadora de dos máster, vinculados al márketig y al liderazgo comercial. Está feliz con su decisión de haber emigrado, aunque al principio no le resultó fácil: “Cuando vine, me encontraba muy bien en Paraná; estudié Psicología Social y me había recibido, estaba trabajando, tenía mis proyectos personales de seguir estudiando, pero sabía que mi país no me iba a dar todas las oportunidades que podía encontrar acá o me iba limitar en muchos aspectos. Los primeros meses me concentré en mantener las expectativas y sueños que me trajeron a Barcelona, aunque me di cuenta de que no iba a ser tan sencillo. Durante le primer año no pude trabajar con continuidad y en un empleo bien pago, hasta que logré obtener, tiempo después, mi tarjeta con mi identificación y mi foto. Recién en marzo del año siguiente pude empezar a trabajar bien, y eso me ayudó, porque el trabajo es una de las cosas que ayudan a encaminar los proyectos y nos ordenan en el día a día”, señaló.
Ya afianzada en Barcelona, concluyó: “Por suerte esta es una ciudad muy amigable, que invita a quedarse, que permite adaptarse muy fácil. Tiene un rutina de disfrute, de tiempo libre. Hoy después de cinco años puedo decir que Barcelona es mi segundo hogar”.
Por Vanesa Erbes para UNO
Fotos enviadas por Gustavo Segovia, oriundo de Villaguay, quien migró a Alicante – España