Surgió un movimiento en las redes sociales denominado “tang ping” (estar tirado) para oponerse a la obligación de trabajar de 9 a 21, seis días a la semana. Hay una enorme preocupación en el PCCh y en las empresas tecnológicas que fomentaron la explotación laboral
El número 996 tiene connotaciones particulares en China. Durante años, para la mayoría de los chinos fue el enunciado de una regla básica a cumplir para lograr la prosperidad. Ahora, para los más jóvenes, se trata de una pesadilla de la que quieren salir cuanto antes. El 996 es la abreviatura del agotador horario que se convirtió en la norma en muchas empresas chinas: se trabaja de 9 de la mañana a 9 de la noche, seis días a la semana. Y ya hay un movimiento de protesta contra el 996 que va consiguiendo cada vez más adeptos: el tang ping.
En 2016, Luo Huazhong, de 31 años, descubrió que le gustaba no hacer nada. Dejó su trabajo como obrero en una fábrica de China y recorrió 2.100 kilómetros en bicicleta desde la provincia de Sichuan hasta el Tíbet. De regreso a su casa en la pequeña ciudad de Jiande, en la provincia oriental de Zhejiang, decidió que podía salir adelante con trabajos esporádicos y 60 dólares al mes de sus ahorros. Sólo lee filosofía, hace ejercicios físicos y come dos veces al día. Llamó a su nuevo estilo de vida “tang ping” (estar tirado). En abril de este año Luo escribió, bajo el nombre de usuario “Kind-Hearted Traveler”, en el foro de Internet Baidu Tieba, las razones que lo llevaron a su forma de vida minimalista y discreta.
En unos pocos días, la frase “tang ping” se convirtió en una de las más populares de las redes sociales Sina Weibo y Douban. Las discusiones eran interminables. En algunos casos, las charlas virtuales se prolongaron por semanas. La idea fue alabada por muchos e inspiró numerosos memes, y hasta se propuso crear a su alrededor una especie de movimiento espiritual. La postura de Lou expresa el sentimiento en una creciente mayoría silenciosa de jóvenes desilusionados por el “sueño chino”, que fomenta una vida de trabajo duro y sacrificio sin ninguna satisfacción real en la vida.
“Trabajando en la fábrica me sentía una rata. Ahora estoy bien, relajado, feliz”, escribió Luo, en un segundo mensaje. “No siento que haya nada malo en no querer pasarme toda la vida trabajando como una rata”. Y lanzó una frase que se convirtió en consigna que aparece escrita en los muros de las principales ciudades chinas: “estar tirado es justicia”. La acompañó con una foto suya tirado en la cama, leyendo, con las piernas cruzadas en el aire. Esto fue música para los oídos y paisaje bíblico para los ojos de los millennials y zoomers (generación Z) chinos que entienden que el sacrificio que les pide el régimen y que vieron hacer a sus padres no va a tener los frutos que les prometen.
Hace una generación, el camino hacia el éxito en China era trabajar duro, casarse y tener hijos. El autoritarismo del país se consideraba una “organización inevitable”, ya que lograba que millones de personas salieran de la pobreza. Pero con el 966 impuesto por las grandes empresas tecnológicas y los precios de la vivienda subiendo mucho más rápido que los ingresos, los jóvenes chinos que nacieron con la entrada del siglo XXI temen ser la primera generación a la que no le vaya mejor que a sus padres. Es ahí por donde coló la postura de Lou y su “estar tirado” en la cama terminó siendo una posición contestataria contra el régimen.
El Partido Comunista Chino se dio cuenta del peligro y de inmediato lanzó una campaña a través de los medios de comunicación estatales para rechazar la idea. El poderoso “regulador” de Internet, el CAC, ordenó a las plataformas online que “restrinjan estrictamente” las publicaciones sobre el “tang ping” y obligó a borrar el post original de Luo en Tieba. También el chat donde más se discutió el tema por miles de seguidores en la red social Douban. Incluso, un emprendedor que había encontrado el filón y lanzó una línea de productos de cama con la marca Tang Ping, tuvo que cerrar la incipiente empresa. La agencia de noticias Xinhua publicó un editorial en el que afirmaba que “estar tirado” es vergonzoso. Pero cuando un popular periodista de la cadena de tv estatal CCTV, Bai Yansong, hizo comentarios criticando “la mentalidad de bajo perfil” de los cultores del tang ping, recibió miles de burlas e insultos en todas las redes.
Otros, dentro del aparato estatal entendieron que había que prestar más atención al movimiento espontáneo de los jóvenes. El diario Guangming Daily, órgano oficial del PCCh de Beijing, dijo en un editorial que “el tang ping no debería descartarse sin reflexión: si China quiere cultivar la diligencia en los más jóvenes, debería intentar primero mejorar su calidad de vida”. Huang Ping, influyente profesor de literatura que investiga la cultura juvenil en la Universidad de China Oriental, escribió que “los funcionarios pueden estar preocupados por el estilo de vida del tang ping debido a su potencial amenaza contra la productividad, pero los humanos no son meras herramientas para hacer cosas… cuando no puedes ponerte al día con el desarrollo de la sociedad -por ejemplo, el aumento vertiginoso de los precios de la vivienda- el tang ping es en realidad la opción más racional”.
Otros medios compararon a los “tirados” con los japoneses del hikikomori, un movimiento similar pero que lleva a los jóvenes a encerrarse y dejar de participar socialmente. Los que adhieren al “lying flat” (la traducción al inglés que utilizan los medios internacionales) no están “desprendidos” de la sociedad, sino que simplemente optan por rebajar sus ambiciones y simplificar sus objetivos, sin dejar de ser fiscalmente productivos para sus propias necesidades esenciales; priorizan la salud psicológica sobre el materialismo.
La cultura del 996 fue impuesta por el sector tecnológico cuando las incipientes empresas chinas de Internet se apresuraban a competir con las estadounidenses de Silicon Valley. Al principio, los trabajadores estaban dispuestos a cambiar su tiempo libre por el pago de horas extras y la idea de ayudar a China a igualar a Occidente. Es así como surgieron los gigantes de la tecnología como Alibaba, Huawei y ByteDance, propietaria de TikTok, que elevaron a la economía china al segundo puesto, detrás de Estados Unidos, y la mantienen en ascenso. El sistema funcionó mientras los trabajadores de las high-tech fueron los mejor pagados y educados. Jack Ma, fundador del titán del comercio electrónico Alibaba, calificó las largas horas de trabajo como “una gran bendición”. Richard Liu, que dirige a su competidor JD.com, aseguró que las personas que “malgastan sus días sin trabajar duro, no son hermanos míos”.
En 2019, cuando el crecimiento económico de China se desaceleró muchos empleados comenzaron a cuestionar las condiciones de trabajo. El tema más mencionado por los jóvenes trabajadores en las redes sociales es el de dejar de vivir con sus padres. A pesar de sus larguísimas jornadas laborales y sacrificios, no pueden acceder a una vivienda digna. También hablan de salud y ponen como ejemplo la muerte de dos empleados de una gigante tecnológica de Pinduoduo, a fines del 2020, que se desplomaron en sus puestos de trabajo por agotamiento.
Las empresas también comenzaron a percibir la presión y tomaron algunas medidas para mejorar la vida laboral y conciliarla con la familiar. Kuaishou, una productora de videojuegos, puso fin en julio a una política que obligaba a su personal a trabajar los fines de semana dos veces al mes. Y la multinacional Tencent, especializada en inteligencia artificial, empezó a animar a sus empleados a irse a casa a las 6 de la tarde, pero sólo los miércoles.
De todos modos, todavía hay un número mayoritario de jóvenes que soporta las duras condiciones de trabajo debido a la competitividad del mercado laboral. El número de egresados universitarios en China aumentó un 73% en la última década, un logro extraordinario para un país que tenía menos de 3,5 millones de estudiantes universitarios en 1997. Como resultado, hay más gente compitiendo por un grupo limitado de puestos de trabajo. Pero las duras condiciones de trabajo también llevó a muchos a involucrarse en la actividad sindical. A principios de año se produjo una inédita huelga de los trabajadores de las empresas de mensajería. Y los jóvenes trabajadores están desempolvando viejos libros de Mao Zedong, el líder de la revolución china de 1949, con consignas anticapitalistas que encajan perfectamente con los abusos que están cometiendo hoy las empresas creadas al amparo del Partido Comunista Chino.