«Pablo Ramonot es el precursor de todo esto y se vino de Biarritz a mediados de 1870, cuando la fiebre amarilla amenazaba a buena parte de Francia«, cuenta Carlos Chacón, historiador de Palmira y de la biografía de su gente: «Se tomó un barco a Sudamérica, tocó puerto en la Argentina y unos años después, ya estaba en Mendoza».
Hacia 1885, Pablo Ramonot llega a Los Barriales y allí, en Junín, monta una pequeña fábrica de arados, discos e implementos agrícolas: «Tenía el oficio de mecánico, era un hombre inquieto y de gran inventiva. Se pasaba buena parte del día desarrollando y probando generadores eléctricos que funcionaban con nafta o vapor de agua», dice Chacón.
Ramonot se casó con Eloisa Pairet. Juntos tuvieron cinco hijos y dos de ellos, Alberto y Enrique, heredaron del padre la pasión por la mecánica y los motores. «Por un descuido de los que se pagan caro, al hombre se le incendió el taller y acostumbrado a arrancar de cero, se mudó con su familia unos km y hacia 1925 se instaló en Palmira», explica Chacón.
El nuevo taller estuvo en lo que ahora es la esquina de Belgrano e Italia, frente al paseo Juan B. Justo. Hacia 1930 los hermanos Ramonot fundaron allí la Sociedad Industrial de Motocicletas Argentinas (SIMA) y en esos talleres diseñaron y fabricaron una moto desde cero.
En las primeras décadas del siglo XX, Palmira era un pueblo ferroviario en crecimiento: ya había cine, también bares y bodegas; grandes fincas, algunos comercios y el club local; las sociedades de italianos, españoles y árabes, las primeras escuelas y una biblioteca pública.
En esa Palmira en ebullición nace la Ramonot, una moto económica, que costaba $380 de la época y que se diseña con ciertas características: no usaba cadena, sino una correa de cuero; tampoco tenía patada de arranque y el encendido se conseguía corriendo a su lado para saltar sobre el asiento; tampoco llevaba bujía: «Era una moto fiel, siempre que uno tuviera la precaución de hacerle un mantenimiento a la corriente. Había que llevar encima un chispero de repuesto y cambiarlo cuando fallaba», explica Rastrilla, propietario de una moto mendocina.
Los Ramonot armaron un motor para bicicletas, que se comercializó junto a un pequeño tanque de combustible: «El kit de motor para bicicleta se vendió casi al mismo tiempo que las motos», cuenta Eduardo Rastrilla.
El taller de los Ramonot construyó entre 800 y 1.400 motos y a fines de los años 30, el establecimiento tenía unos 60 empleados. Diario Los Andes compró entonces una docena de aquellas motos para sus canillitas y el ferrocarril San Martín adquirió una partida, para el personal que iba desde una barrera a otra.
Era una moto económica y la gente la usaba para pasear, para ir a trabajar e incluso para competir en carreras. Luego de esos años de furor y por problemas financieros, SIMA bajó las persianas: «Explicar por qué no funcionó semejante éxito es complejo, pero podríamos decir que Alberto y Enrique Ramonot eran dos bohemios y que al dinero lo manejó alguien más, con resultados lamentables», dice Chacón.
El taller SICA fue reemplazado por casas y un puñado de comercios; hoy nada hay allí, en esa esquina, que recuerde al establecimiento de los hermanos Ramonot, ni siquiera una placa que narre los hechos sobre la primer moto fabricada en serie de la Argentina, como piden algunos vecinos.
ENTREVISTA CON PERÓN
Hacia 1946, una comitiva del entonces presidente Juan Domingo Perón visitó SIMA y a los hermanos Ramonot. Perón tenía la idea de meter al estado en el negocio de la construcción de motos y propuso trasladar la fábrica a Córdoba. «Lo que les ofrecieron a los Ramonot como parte del trato era insignificante, un porcentaje menor por cada moto fabricada», explica Carlos Chacón: «No llegaron a un acuerdo con Perón».
Así el gobierno nacional reemplazó el proyecto de construir las Ramonot en Córdoba por la importación de Alemania de motos que acá se conocieron como Puma Primera Serie.