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VOLVERAN A JUZGAR EX ALTO JEFE DE LA POLICÍA DE ENTRE RIOS

julio 8, 2018

El comisario inspector Alberto Mario Núñez, de la Policía de Entre Ríos, será juzgado nuevamente por sus presuntos vínculos con el narcotráfico, luego de que la Cámara Federal de Casación Penal anulara el sobreseimiento que le había dictado el tribunal oral de Paraná. Los jueces que revisaron el fallo manifestaron sus sospechas respecto de que Núñez liberaba zonas e informaba de procedimientos a un jefe narco. Las escuchas que lo comprometen y el fallo completo.

Juan Cruz Varela
De la Redacción de Página Judicial

La Cámara Federal de Casación Penal anuló el sobreseimiento del comisario inspector Alberto Mario Núñez y dispuso que se realice un nuevo juicio para determinar si el jefe policial brindaba protección a una banda de narcotraficantes que operaba en distintas localidades entrerrianas y, se presume, exportaba drogas al Uruguay.

Núñez había sido absuelto por el Tribunal Oral Federal de Paraná en un polémico fallo donde los jueces consideraron que las acusaciones en su contra estaban motivadas en “una eventual conducta de mala fe” de parte de sus compañeros de armas. Ese fallo fue apelado por el fiscal José Ignacio Candioti.

Núñez había sido detenido en el año 2016. En ese momento era uno de los jefes de la Dirección de Toxicología de la Policía de Entre Ríos. A través de escuchas telefónicas se determinó que mantenía un contacto fluido con Mario Roberto González, uno de los jefes del narcotráfico en la provincia, que se encontraba prófugo desde hacía casi una década. En su momento se captaron conversaciones en las que Núñez le decía al narcotraficante cuándo y dónde habría procedimientos y le daba información sobre investigaciones en curso; a su vez, González le entregaba datos de la ubicación de otros kioscos de droga que constituían una competencia para su organización.

La explicación que dio Núñez en el juicio es que tenía a González como “informante” o “datero” y que por eso hablaban por teléfono, pero que desconocía su identidad. Dijo también que su acusación había sido una operación orquestada por el subjefe de Policía, José Alejandro Lauman, con quien estaba enfrentado.

Lo cierto es que Núñez y González mantenían un intenso y fluido intercambio telefónico. Pero hay una conversación entre ellos que es especialmente reveladora:
–Hola –le dice González.
–Loco, ¿cómo te va? –contesta Núñez al otro lado de la línea.
–¿Cómo andás pariente? –se anima entonces el Gordo, como le dicen.
–Bien viejo, bien. ¿Qué te pasó?
–Ayer, ¿recibiste el mensaje que te mandé o no?
–No.
–¿No recibiste?
–No, no.
–Por eso te llamo, porque me pareció raro. Ayer te mandé que si te servía algo de la Tica.
–Ah.
–Porque viste que la Tica tenía un marido que era uruguayo.
–Sí.
–Bueno, está en el barrio Salto Nuevo Oeste, en la calle Guabiyú y Treinta y tres, no sé bien la casa porque no dejó que el remís llegara hasta la puerta. El gurí se bajó a la vuelta y llevó ropa.
–Aja.
–Bueno, te tiro por las dudas, si te sirve. Me tiraron esa.
–Listo. Sí, yo tengo gente allá.

Cuatro días antes de esa conversación, la Policía había allanado la casa de Gladys Beatriz Miño, alias Tica, pero la mujer no se encontraba allí, y para el día que hablaron permanecía prófuga. En cambio, fue detenida su hija. Ambas terminaron condenadas en 2016 a cuatro años y dos meses de prisión por delitos de narcotráfico.

Luego la conversación continúa y González le aporta a Núñez información sobre otro punto de venta de droga:
–Bueno, escuchá, bien enfrente del (Hospital) Carrillo, por si te sirve, hay una minita nueva. Vos te acordás de aquellos bolivianos que tienen ahí el Martín Fierro –continúa González.
–Aja.
–En Guabiyú y Sargento Cabral, bien en la esquina.
–Sí, sí, sí.
–Si pasas por ahí te vas a dar cuenta porque está lleno de albañiles trabajando, están agrandando la casa, haciendo muros toda la vuelta.
–Aja.
–Bueno, ahí, posta, está todo guardado de lo que el hombre de allá de Lamadrid y Espejo…
–¡A la mierda!
–Y escuchá: hay un poli de la (Comisaría) Segunda que tiene un Gol gris que va todos los días ahí a buscar.
–Bueno, está bien.
–Esta es la minita, no sé si vos fuiste en Salto uruguayo, cuando pasás la vía cerca del polideportivo, yendo desde acá hasta el Club Hípico, del lado del río, cuando llegás a la vía te metés así, doblás y está el eucaliptal, ¿te acordás?
–Ah, sí…
–Qué está la vieja Olase…
–Sí, sí, 347, sí.
–Bueno, esa, esa. Se mudó acá y sabés de quién es todo eso, le dicen Lobo feroz, ya sabés.
–Aja.
–Pero te digo, tengo uno que entra y sale ahí, posta. Tiene ahora en este momento dos ladrillitos, porque el loco bajó a guardar ahí. Si te sirve, bien, cualquier cosa te tiro.
–Listo, gracias loco.
–Bueno, carnal.
–¿Vos andás por acá por la zona o qué? –le pregunta entonces Núñez, abandonando por primera vez los monosílabos.
–Si, por tus pagos –le responde González.
–Ah, listo, está.
–Si me necesitas para algo, avísame –se anima el jefe narco.
–Sí, sí, está. Al pelo.
–Dale, un abrazo.
–Chau viejo, un abrazo.

 

El tribunal de casación considera que “el lenguaje coloquial de la conversación revela el nivel de conocimiento y confianza que existía entre Núñez y González que hace insostenible la versión del imputado” de que González era su informante. “Basta observar el inicio del diálogo para notar la familiaridad del trato entre los interlocutores”, agregan los jueces que revisaron el fallo del tribunal de juicio.

Pero el tribunal de casación no solo hizo hincapié en las conversaciones entre Núñez y González sino también aquellas en las que el jefe narco hablaba con otros integrantes de la organización y se refería al policía como “el amigo Mario” o “el amigo de Paraná”.

Entonces, el juez Eduardo Riggi concluyó que “el comisario Núñez mantenía comunicación con Mario Roberto González sabiendo que estaba prófugo (…) y dónde localizarlo”. En tanto, la jueza Liliana Catucci apuntó que “el familiarizado trato con González permite guardar serias sospechas del conocimiento de la actividad de narcotraficante” que realizaba. Por su parte, el juez Carlos Mahiques acotó que “Núñez, junto con otros agentes, tenían el rol de ‘liberar zonas’ e informar cuándo se iban a desarrollar procedimientos policiales” por infracción a la ley de drogas.

Los jueces también descartaron el supuesto complot denunciado por Núñez. El tribunal de juicio había dado crédito a esa versión diciendo que “no queda explicitado que Núñez supiera que hablaba con el prófugo González” y llegó a exponer en el fallo una “eventual conducta de mala fe” de parte de Lauman y sus subordinados para inculparlo. Los jueces de casación, en cambio, consideraron que no advertían “ningún tipo de animosidad hacia Núñez” en los policías que dieron testimonio en el juicio; tampoco que tuvieran “interés en perjudicar a Núñez ni que se hubieran complotado en su contra” ni que hubiera “mala fe”, “aversión o animadversión”.

Con esos argumentos es que los jueces de casación decidieron anular la absolución que había dictado el tribunal oral y ordenar que se realice un nuevo juicio, que debería realizarse con otra composición del Tribunal Oral Federal de Paraná.